Educación emocional: cómo educar en emociones

Educación emocional significa educar las emociones pero

¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué?

educación emocional

 

Por alguna razón, desde pequeños se nos ha inculcado que no debemos mostrar nuestras emociones. “No llores”, “alegra esa cara”, “enfadarse está prohibido” “te aguantas y punto”. Es como si las emociones fueran algo negativo que hubiera que reprimir, en lugar de gestionar.

 

Además, la balanza educativa se inclina exageradamente hacia el ámbito intelectual, mientras que el emocional parece quedar relegado a un segundo plano. Cuántas veces habré preguntado a alguien por su hijo y la respuesta ha sido “mal, está suspendiendo». Y ya. Lo que siente o piensa el niño parece no ser tan importante.

 

La educación en emociones se ha vuelto imprescindible hoy en día para todos, niños y adultos. Como ya dijo Daniel Goleman (autor del libro «Inteligencia Emocional»), el éxito de una persona no sólo depende de su cociente intelectual o de sus estudios; su inteligencia emocional juega un papel primordial en ello.

Problemas como aislamiento, ira, impulsividad, falta de disciplina, nerviosismo y agresividad entre la población infantil son el reflejo de una falta de educación en emociones, que, como ya he comentado, debería comenzar desde los primeros meses de vida (ver artículo sobre apego)

Nuestros niños deberían tener la oportunidad de desarrollar sus competencias emocionales, del mismo modo que se les anima a desarrollar las intelectuales. Aprender a identificar, comprender y gestionar los estados emocionales, a desarrollar su empatía y su comprensión del mundo; si les proporcionamos una adecuada educación emocional les ayudaremos a madurar y convertirse en persona equilibradas y autónomas, capaces de tomar buenas decisiones y de establecer relaciones sanas.

 

 

¿Por qué es importante educar en emociones? ¿Para qué le va a servir eso a un niño?

Las emociones han estado presentes en la vida de nuestros antepasados desde los albores de la humanidad. Constituyen una auténtica herencia evolutiva, nacemos con ellas. Pero no nacemos sabiendo manejarlas, de ahí la importancia de aprender a hacerlo.

Las emociones son una parte indispensable de la vida. Nos acompañan diariamente, al igual que nos acompañan nuestros pensamientos. Conforman una parte de nuestra inteligencia, la inteligencia más creativa, la que resuelve los problemas más difíciles de la vida, la que media en las relaciones sociales y afectivas y la que nos empuja a por nuestras metas más soñadas ¡Cómo no va a ser esto importante!

 

A nacer, la primera forma de comunicación del bebé es el llanto. Cuando se aprende a hablar, se hace necesario poner nombre a lo que nos pasa, a lo que sentimos. Este es el momento ideal para comenzar la educación emocional (Bisquerra, 2011).

Y todo comienza con una pregunta ¿Cómo te sientes? Identificar cómo nos sentimos es la base de una buena gestión emocional. Enseñar al niño a conocer y comprender lo que le pasa es el primer paso de la educación emocional.

 

Es probable que, al preguntar a nuestro hijo de 6 años cómo se siente, no sepa respondernos. Muchos padres podrían tirar la toalla tras varios intentos infructuosos en los que el niño les mira con incredulidad tras esa pregunta. Pero, ¿cómo va a saber responder a algo que nunca se ha planteado? Os propongo una serie de consejos para educar a vuestros hijos en emociones:

 

 

Cómo educar en emociones (Bisquerra, 2011):

 

  • El primer paso para la educación emocional es aprender a reconocer y gestionar nuestras propias emociones. Recuerda que los niños aprenden a regular sus emociones a través de lo que observan.

 

  • No prohíbas las emociones negativas. No las intentes tapar. Las emociones negativas están ahí, existen y tienen su razón de ser. No se trata de prohibir a un niño que se enfade o que tenga miedo, sino de enseñarle a manejar esos estados emocionales.

 

  • Permite que los niños expresen lo que sienten sin cohibirles. Cuando el niño sienta algo, es la oportunidad para explicarle qué emoción es. Es el momento de enseñarles a responder a esa pregunta de “cómo te sientes”.

 

  • Habla de emociones con total naturalidad. No aproveches sólo los momentos difíciles para sacar el tema. El diálogo sobre emociones debe estar presente en cualquier momento. Por ejemplo, puedes comentar lo contento que te has puesto hoy en el trabajo, o lo triste que te ha resultado una película…

 

  • Recuerda al niño que le queremos, sienta la emoción que sienta. Así se aceptarán a sí mismos cuando se sientan de una determinada manera y podrán gestionar ese estado emocional mucho mejor.

 

  • Ayudar al niño a comprender que una emoción no tiene porqué derivar en un comportamiento. Por ejemplo, enfadarse no significa pegar o insultar.

 

  • Del mismo modo que les enseñamos a identificar sus emociones, les enseñamos a identificar las de los demás. Podemos preguntar ¿Cómo te sentirías tú si…? O explicar directamente “él se siente así por….”

 


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Bibliografía:

Goleman, D. (1996). Inteligencia Emocional. Ed: Kairós

Bisquerra, R. (2011). Educación Emocional. Ed: Edeslée

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