Los límites hacen niños felices

LOS NIÑOS NECESITAN LÍMITES RESPETUOSOS Y CLAROS

límites

Un ambiente familiar afectuoso y estable, con reglas y límites respetuosos y claros es fuente de resiliencia, felicidad y estabilidad afectiva en los niños. Pero, ¿en qué consisten unos límites adecuados? ¿Cómo se pueden poner de manera respetuosa?

 

Parece que el tema de la disciplina y los límites nos trae de cabeza; muchos padres acuden a consulta con niños catalogados como “desobedientes” o “rebeldes”; “tengo que repetirle todo mil veces” “se enfada cuando tiene que hacer cosas que no quiere” “tiene un carácter muy fuerte”….

En primer lugar hay que aclarar  que todos los niños necesitan límites. Los límites les permiten sentirse seguros en un mundo que comprenden y sobre el que tienen algún tipo de control. Conocen las normas de la sociedad y saben hasta dónde pueden llegar. Cuando un niño no tiene claro dónde está el límite de lo permitido, va a sentir una profunda confusión y tratará de probarlo una y otra vez. Por desgracia, esa actitud suele catalogarse de rebeldía o incluso de trastorno de conducta. Pero la mayoría de estos niños no son rebeldes, sino que su comportamiento es fruto de alguna inconsistencia en su educación, socialización y, en ocasiones, fallos en el desarrollo emocional.

 

 

TRES PRINCIPIOS BÁSICOS DE LOS LÍMITES RESPETUOSOS

 

“La consistencia es el pilar sobre el que se sustenta la educación. La paciencia es el cemento que permite que no se derrumbe”

Hay dos actitudes imprescindibles a la hora de poner límites respetuosos: consistencia, entendida como estabilidad y coherencia en nuestra forma de actuar, en las normas de la casa, en nuestra expresión emocional…

Y paciencia, mucha paciencia.

 

“Autoritarismo no es lo mismo que autoridad. Del mismo modo, adoptar un estilo educativo respetuoso no es lo mismo que ser permisivo o negligente”

Los padres autoritarios ejercen un control hacia sus hijos rígido, inflexible y, en muchas ocasiones, irrespetuoso. Se obsesionan por imponer normas sin explicar el significado de las mismas, por lo que los hijos no terminan de asumirlas ni de comprenderlas. Con esta educación suelen aparecer graves problemas de autoestima, asertividad e identidad; los problemas de conducta suelen ir acompañados de un déficit en el desarrollo socioafectivo, pues las emociones negativas, como el enfado o la ansiedad, suelen ser reprimidas a golpe de castigo.

Con una crianza indulgente los niños desarrollan una baja tolerancia a la frustración y una autoestima frágil. No aprenden a asumir responsabilidades y suelen anteponer sus necesidades a las de los demás, porque no tienen ni idea de dónde está el límite.

Los padres respetuosos son capaces de poner límites firmes y de explicar con coherencia el porqué de los mismos; permiten que sus hijos pongan en marcha su propio pensamiento crítico, el cuestionamiento de algunas normas, el diálogo y la negociación sin sentirse amenazados por ello. Implican a los niños en su propia educación, dándoles a su vez responsabilidades, autonomía y seguridad.

 

 

«La autoridad es como el dinero, si te lo gastas en tonterías luego no tendrás para las cosas importantes. Elige bien en qué vas a gastarla»

Reflexiona sobre cuantas cosas se les piden a los niños al día. Un exceso de órdenes puede tener consecuencias tan negativas como la falta total de ellas. La autoridad se desgasta poniendo límites basados en necesidades temporales o en preferencias personales, más que en valores consistentes.

No podemos reaccionar igual cuando ha dejado el cuarto desordenado que cuando ha pegado a un compañero o hermano. No es lo mismo. La gravedad no es la misma. Piensa en los valores morales que quieres inculcar a tus hijos y elige bien en qué vas a invertir tus esfuerzos. Los niños deben aprender dónde están los límites realmente importantes; acepta que no van a obedecer absolutamente en todo; nadie obedece en todo, a no ser que sea excesivamente sumiso y tenga una grave carencia de asertividad y de pensamiento crítico.

 

 

CÓMO DEBEN SER LOS LÍMITES:

 

  • Firmes y coherentes: si un día permites que salte sobre el sillón y al día siguiente le regañas por ello, le confundes profundamente. Insisto, la inconsistencia educativa es uno de los factores que más llevan a los niños a desafiar los límites.

 

  • Pocos y claros: en relación a lo anterior, mejor poner pocas normas, pero que estén bien claras, que mil normas que nosotros mismos transgredimos una y otra vez.

 

  • Sencillos y concretos: explica el porqué de las cosas que les pides y deja claro lo que esperas de ellos. No hables de normas generales como “ser ordenado”, sino de conductas concretas como “recoger el plato de la mesa y guardar los juguetes en el armario”

 

  • En vez de castigos, existen consecuencias directas: mediante el castigo los niños no interiorizan normas, sino que obedecen en presencia de quien les va a castigar. Si se incumple una norma, lo lógico es que haya consecuencias. Por ejemplo, si ha suspendido, la consecuencia sería quedarse más horas estudiando; el castigo sería prohibir que vea a sus amigos. La consecuencia cumple una función reparadora; el castigo solo consigue hacerle sentir mal.

 

  • Ten cuidado con los premios: no sobornes siempre a tus hijos con premios materiales para que se porten bien, o perderán todo el sentido moral de sus conductas.

 

  • Y por supuesto, no pegues a tus hijos, lo les avergüences, no les humilles ni les culpes. Trata con respeto y el respeto te será devuelto.

 

 


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noviembre 13, 2015

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